El viejo que leía novelas de amor se reencontró con su creador y seguro que podrán seguir contándose historias ahí donde están.
A Luis Sepúlveda se lo llévó ayer el Covid 19, ha sido en España uno de los primeros casos del virus que, según parece, contrajo durante un viaje a Portugal. Será como un guiño del destino para un viajero impenitente que, tras numerosas andanzas por América latina a las cuales le había empujado el régimen de Pinochet, se había afincado en Gijón, en el país de algunos de sus antepasados.
A Luis lo había conocido en Quito hace más de 30 años, cerca del lugar en donde su viejo amigo contaba novelas de amor en la Amazonia ecuatoriana. Era muy aficionado a nuestro festival, nos hizo el placer de visitarlo varias veces, la última en 2015, y cada vez llenaba las salas.
Era un enamorado de la vida, de los contactos y también de Francia porque nunca se olvidó de que fue su editora histórica, Anne-Marie Métailié, la que le dió a conocer casi universalmente al publicar en francés Un viejo que leía novelas de amor, libro que tuvo un éxito impresionante y fue traducido a más de 60 idiomas. Este amor por la vida fue reforzado por las adversidades que sufrió con gran dignidad, en particular las que le infligió el régimen de Pinochet al condenarle a 28 años de cárcel, pena de la que pudo escapar en gran parte por suerte, cuando fue liberado en 1977.
Hay que leer la sombra de lo que hemos sido o últimas noticias del sur, escrita la segunda con su gran amigo, casi su hermano, Daniel Mordzinski, para entender la relación que Luis mantuvo con su país del cual sintió una nostalgia imborrable. A él, que se definía, cito, como profundamente rojo, le gustaba contar la vida de los perdedores porque creía que la literatura debe interesarse antes que nada por los olvidados. Toda su vida ha sido guiada por este compromiso pero en Biarritz nunca olvidaremos a Luis, su sonrisa, su humanidad, su guasa y sus grandes cualidades humanas.
Serge Fohr
Presidente de Biarritz Festivals
Imagen: Photomobile